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Los científicos encontraron siete fragmentos geoquímicamente únicos de vidrio volcánico enterrados a gran profundidad bajo el hielo, y su análisis confirmó que el momento más probable del cataclismo en Nueva Zelanda fue, en efecto, finales del verano-principios del otoño del año 232 d.C. El análisis químico de seis de los fragmentos permitió a los científicos remontar la fecha de la erupción del Taupo, y otro a la erupción del volcán Oruanui, ocurrida hace unos 25.500 años.